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La historia del Oso

Ayer vi un oso de peluche abandonado en el suelo, sucio, apoyado en un árbol…
Solo acompañado únicamente del gélido frío de la tarde de febrero…
Lo miré y se me ocurrió inventar una historia, simulando la voz del oso.
Horas mas tarde lo volví a ver en la calle… despeluchado, sin vida… es como si el odio se hubiera apodera de las entrañas de su cuerpo.
No creo que mereciese ese destino tan cruel…
Me di cuenta de la magia de las palabras y del sentimiento que puede transmitir una historia, aunque la estés inventando tu mismo…
El poder de las letras…

Ésta, es la historia en primera persona con la voz de un oso de peluche:

«Era un día cualquiera, caluroso, lo viví con emoción, aun recuerdo cuando las agujas de la maquinaria terminaban de crearme y darme vida. Allí, me metieron en una oscura habitación, no sabría calcular durante cuanto tiempo estuve, pero fue mucho, allí me encontraba junto a otros osos como yo, algunos diferentes, otros iban saliendo en cajas, se escuchaba mucho ruido fuera.
Hasta que llegó el día en el que descubrí la luz del sol inundando mis sentidos, me metieron en cajas enormes junto a otros como yo, sentía la velocidad en cada una de las fibras de mi cuerpecito de oso.

Unas personas seleccionaron algunas de las cajas donde estaba yo, cambié de vehículo, circulamos largas horas, hasta que me sacaron de allí, con brusquedad y decisión me colgaron en el tejado de una feria.
Allí estaba yo, rodeado de otros peluches con diferentes formas, entre cocodrilos, ranas, tortugas, etc… Luces de colores, música, risas, gritos.
Había muchísima gente allí, de haber tenido forma humana, seguro que me hubiera dado dolor de cabeza y malestar tras tanto viaje, pero no era más que un oso de peluche. Aun así tengo sentimientos, no sé si los otros como yo también los tienen, nunca me atreví a hablar en voz alta mis pensamientos.

Fue entonces cuando una chica de pelo rojo y ojos azules cogida del brazo de un apuesto chico de pelo negro y piel oscura, me miro con ternura, me señaló con brío saltando, y mientras besaba en la mejilla a su acompañante gritaba con emoción «¡Oh, cariño, yo lo quiero, consíguelo para mi, es precioso!»

Si supiera sonreír, lo hubiera hecho, pero no lo hice, simplemente dejé que la ilusión creara algo de magia para que aquel chico tuviera suerte al apuntar con la pistola de bolas de gomas al pato de plástico acertando para que su preciosa chica pudiera conseguirme y llevarme con ella.
Y funcionó.
El chico acertó los disparos necesario y me llevo consigo a casa. Durante el camino me abrazaba, me achuchaba, incluso me beso… ¡ay, si hubiera podido ruborizarme también!
Estaba ilusionadísimo, tras tantos viajes, y tanto tiempo en la oscuridad desde mi creación, la onda de luces que me rodeó, no fue mas que un presagio de la felicidad que viviría desde entonces con esa chica.

Y así fue que comenzaron mis años dorados. La chica, joven aun, me llevaba a casa de sus amigas, me besaba sin parar, me contaba todas sus penas, sus reflexiones, me hacia preguntas, ¡ay si yo hubiera podido responderlas! Me contaba cuánto quería a su novio, cuan enamorada estaba del apuesto chico que, lleno de valor consiguió hacer de mi el mejor regalo para ella.

Pasaron los años, y la pareja se rompió, al parecer el chico hizo algo malísimo, pues ella empezó a mirarme con tristeza, cada día que pasaba sentía como a la vez que mi algodón se envejecía, su sentimiento hacia mí se apagaba cada vez mas…
La distancia causaba un frío que cada día, cada semana, cada mes que pasaba, me dolía más y más. Hasta que llegó el día que me encerró en un armario. Ella se empezó a hacer mayor, yo, en la oscuridad, tan solo recordaba aquellos años de alegrías que viví junto a sus abrazos y sus besos, después de todo fui un oso afortunado, experimenté la felicidad, de una manera maravillosa, inigualable e inolvidable.

Hasta que ella se fue de casa. Los padres de ella decidieron eliminar su habitación pasados unos años, empezaron a meter en cajas todas las cosas de aquel habitáculo.

Volví a ver la luz desde el fondo del armario donde estuve tantos años, su madre me miró, y con media sonrisa suspiró y dijo en voz alta -«Cuánto me gustaría volver a vivir aquellos años de felicidad que vivió con ese oso» me acarició y continuó murmurando en voz baja: «Fueron años que jamás debieron terminar».

Entonces, me abrazó y tras oler la humedad de la vejez de mis tejidos, puso una expresión extraña en su rostro y decidió meterme en una caja donde sería abandonado junto a la basura.

Había quedado limitado a lo que me quedaba por vivir…
Tras tanta felicidad… aquí me hallo.

Apoyado en un árbol, triste, solo… con el frío de febrero…
Una chica, que vivía en la casa frente a donde fui abandonado, me miró con ternura, quiso imaginar cuál fue mi historia mientras paseaba, simuló como sería mi voz, sonaba muy linda y tierna mientras se la contaba al chico que la acompañaba.

Mas tarde me encontrarían unos niños, jóvenes, demasiado jóvenes quizás… y sin piedad por mi alma y lo que merecía ser mi fin, decidieron descuartizarme y dejarme tirado, esparciendo mis entrañas de algodón por la calle.

Una chica, la misma que me vio apoyado en el árbol frente a su casa aquella tarde, volvió a verme allí tirado en la calle. Se entristeció.

Ese sería mi fin…
Hasta que pasó el camión de la basura… y allí morí.

Morí hasta que la chica me miraba tras la ventana del coche que aparcó frente a mi lecho de muerte decidiera contar mi historia.
Me recordó a la felicidad de la chica que me ganó en aquella feria…
¿Podría haber cambiado mi destino entonces?
No lo sé, lo que si sé es que ahora, acompañado de éstas letras… viviré para siempre.

Eternamente.

Atentamente;

El Oso Gris.


Categories: Cuentos podcast

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Isabel Montse

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