La vida trata de apostar, de seguir nuevos caminos, de atreverse a salir de la zona de confort, de desafiar a uno mismo de lo que es capaz de hacer, y aun así, el cuerpo a veces reacciona de una manera inesperada, fruto de un sentimiento que aun no sabría definir.
Ayer fue un dia que me gustaría calificar como «un antes y un después» y no supe como reaccionar aun sabiendo perfectamente lo que hacia y habiéndolo decidido conscientemente, las lagrimas se apoderaron de mis ojos, y un nudo en la garganta me impedía desprender sonido alguno ¿por qué? aun estoy intentando descifrarlo, quizás sea el echar de menos la libertad que he conseguido ganar, quizás sea un poco de miedo al futuro, o como dice mi madre (que tan sabias son las madres) quizás sea que el cuerpo te ha llorar de la ilusión, de emoción, de felicidad…
Sea lo que sea, no es la primera vez que éste sentimiento incontrolable se apodera de mi y me invade ese miedo por no saber qué hacer ni qué pensamientos utilizar para defenderme ante tal situación que lucha contra mi propia voluntad.
Ayer me sentí como esa niña pequeña que se pierde ante la multitud y no encuentra a sus padres con miles de personas a su alrededor que le sacan mas de un metro, una niña que espera que sus padres vengan a por ella y le digan «no estas perdida, estamos aquí» y mientras esto no sucede simplemente llora y llora sin cesar sin saber qué pasa o qué está pasando.
Pero es mas simple que eso, con una mente desarrollada al estilo del siglo XXI debería controlar qué fue lo que pasó y aun no lo sé, supongo que quizás es imposible controlarlo todo, e incluso es imposible controlar aquello que desconocemos.
Hoy esto que os cuento es un pasado, aunque me queda la inquietud…
¿fue un presentimiento?
¿Los presentimientos existen?
¿fue miedo? ¿miedo a lo desconocido?
¿Fue pena?
No lo sé… solo sé que me sirvió para reflexionar, en lo que fui, soy y seré.
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