Las ráfagas de viento con las que nos azota el destino, son frías y calurosas, y nos dejan sin aliento. Son tantos los vientos, las mareas en el firmamento, que como estrellas fugaces pasan sin que nos demos cuenta qué hacen, como se mueven, que trayectoria siguen, y tan siquiera podemos ver, si las hemos visto o no.
Igual pasa con los sueños, las ideas, los momentos que vivimos. Pasan sin que nos demos cuenta, si los hemos vivido intensamente, si hemos elegido bien, o si hemos sido sinceros con el sentimiento de aquel momento. Por la indecisión, por la confusión, por los principios que seguimos, o por mil teorías que creemos ciertas en un instante determinado. Como quietos en el mismo sitio. Como si nada pudiera haber sucedido. Negamos a veces lo ocurrido, por no completar, lo que hubiéramos querido.
El tiempo, tan incierto. Los sueños tan certeros. Los deseos tan intensos.
Como será ese beso eterno, que eternice la verdad.
Como fue ese beso sincero, que negó la realidad.
Como será el futuro nuestro, adyacente al hoy, al ya.
Como será… ¿cómo será? Dejemos al tiempo, ser, que será.
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